venerdì, giugno 16, 2006

Nos vamos de boda

Este fin de semana la Nueva y yo nos vamos de boda. No la nuestra, por supuesto, porque nosotros no creemos en los compromisos, hasta el punto de que si le digo a la Nueva, por ejemplo, “esta tarde pasaré la aspiradora”, lo más normal es que me vaya al casino y me juegue hasta la aspiradora. Y si ella asegura que “mañana haré paella”, pongo la mano en el fuego de que mañana me encontraré en la mesa un tazón de gazpacho Don Simón. ¡Y sin tropezones! Creemos firmemente que los compromisos, como casarse, pasar la aspiradora o hacer paella, ponen en peligro las relaciones de pareja.
Las bodas ajenas, en cambio, nos encantan, como los entierros. En los entierros nos lo pasamos muy bien, nos da siempre esa risa tonta que sólo aparece justamente cuando no se debe reír, pero que es muy sana y que acaba contagiando a todo el mundo, muerto incluido si pudiera.
Las bodas ajenas son muy similares. Uno es consciente, como en los entierros, de que la víctima siempre es otra. Y las risas tontas van apareciendo lentamente, se van dando besos a gente que no se sabe quién es, a veces se repite por error y se besa dos o tres veces a la misma señora, se afirma en voz alta que con ese vestido la novia se parece a la novia cadáver, que el novio tiene pinta de tuberculoso y que qué gordos están sus padres.
Todo eso es lo que haremos este fin de semana, en la boda ajena a la que asistiremos la Nueva y yo. Hemos comprado unos estupendos disfraces para estar a la altura. La verdad es que hemos tirado la casa por la ventana. Las habladurías de la gente serán imparables. Me verán a mí y dirán, como en las películas americanas: “Ese tipo lleva un traje de 400 dólares”. Y las harpías mirarán con envidia a la Nueva y entre dientes mascullarán: “¿Quién es esa fulana que va con el tipo del traje de 400 dólares?”.
Tras la ceremonia, que interrumpiremos varias veces con nuestra cháchara, yo me acercaré a la novia y le diré: “Felicidades, María Teresa, soy Angel, el hijo de Arturo”, bien consciente de que seguramente ella no se llama María Teresa y a sabiendas (yo, pero no ella) de que no me llamo Angel ni mi padre Arturo. Ella creerá que soy de la parte del novio. A él le diré que soy Félix, un primo de la novia y le agarraré de la corbata como si fuera a pegarle y con sonrisa de cretino le diré: “Felicidades, cabrón, cúidamela bien, eh”. Ese pobre hombre desorientado sonreirá como un merluzo y dirá: “Claro, claro, je je”.
En el pica-pica, la Nueva y yo acabaremos en un santiamén con los canapés de caviar y las gambas, dando codazos a las viejas que quieran quitarnos el sitio. Dejaremos croquetas a medio morder en varios platos y haremos caer accidentalmente sobre los manteles un par de vasos de bitter Kas, que como es rojo llama mucho más la atención. Con voz de beodos, daremos los primeros gritos de “¡Vivan los novios!”. Saludaremos al padre de la novia y le diremos, guiñando el ojo: “Estará contento, ¿eh? ¡Por fin ha sentado cabeza la niña, eh, que ya nos tenía preocupados a todos con esa vida!”. A la madre del novio, si la vemos llorar, le diremos: “No se preocupe, mujer, que a veces estos matrimonios que parecen tan inadecuados son los que mejor funcionan”.
Si a esas alturas nadie ha descubierto que nos hemos colado y aún no nos han echado, será el momento de hacer un brindis incomprensible y absurdo, hablando básicamente de mi traje de 400 dólares. Me acercaré entonces a los novios y, copa en mano, resbalaré ágilmente y, simulando una borrachera que no llevaré, derramaré el champán sobre la calva del padre de la novia. “Tranquilos, tranquilos, no pasa nada”, diré mientras intento secar la calva del buen hombre con una croqueta que me habré guardado astutamente. Tras eludir con habilidad los golpes e insultos de la multitud, correré hacia el coche donde la Nueva ya me esperará con el motor en marcha. Y saldremos en busca de otra boda.
Las bodas ajenas son fantásticas. Sólo hay que averiguar dónde sirven las mejores croquetas.

3 Comments:

Blogger Jen said...

jajaja què bo!!! ja explicaràs com ha anat el casament!

2:50 PM  
Blogger Unknown said...

Muy muy bueno....

6:12 PM  
Anonymous Anonimo said...

Es agradable constatar que aun hay quien practica el noble arte de la pesca de la croqueta en boda ajena, deporte que en sus tiempos mozos ya practicaba el gran vividor José Luis de Vilallonga.

12:43 PM  

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