giovedì, luglio 19, 2007

Adiós

La Nueva y yo estamos de vacaciones, así que mañana nos subiremos al coche y estaremos fuera unos días. No sabemos a ciencia cierta a dónde vamos: en realidad, estoy seguro de que iremos a donde nos lleve mi gigantesca incapacidad para entender los rótulos de las carreteras. Tenemos un enorme interés en visitar Palencia, pues lo ignoramos todo de esa ciudad que a mí me suena a extraña e infestada de ancianos instruidos en todos los misterios del mundo. Pero es muy posible que jamás lleguemos a Palencia. Quizá apareceremos en Vigo o quizá en Ciudad Real. Ya he escondido la Guía Campsa en la nevera, por si la Nueva se ha hartado de mis garrafales errores en la lectura de los rótulos de carretera.
Nos vemos en unos días, si encontramos el camino de vuelta.

lunedì, luglio 16, 2007

Annie


Buscando otra cosa que no hallé, me encontré con la fotografía de esta muchacha con cara de no haber roto jamás una mosca (¿o de no haber matado un plato?). Quise saber más de ella y pude averiguar que se llamó Annie Kenney y que vivió entre 1879 y 1953. La foto es de 1909: en ese momento ella era la mujer de treinta años, pero no tiene mucho aspecto de eso.
Annie era de origen humilde y si se la recuerda es por que formó parte del movimiento sufragista en Inglaterra. En 1905, a las 26 años, asistió en Manchester a una reunión política en la que iba a hablar Winston Churchill. Annie interumpió el discurso de ese hombre tremebundo y, a gritos, le preguntó si en su opinión las mujeres deberían tener derecho al voto. Churchill la ignoró y entonces Annie mostró una pancarta: “Voto para las mujeres”. Fue arrestada por la policía y pasó tres días en prisión. Eso no la detuvo y siguió con su lucha: la arrestarían otras 12 veces a lo largo de su vida hasta que, en 1918, las mujeres obtuvieron el voto en Inglaterra.
Me gustó descubrir a Annie Kenney.
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venerdì, luglio 13, 2007

Apuntes

Muy pocos escritores actuales pueden escribir ya como lo hacía Dostoievski. La mayoría, creo, escriben en su ordenador personal e incluso algunos en su Olivetti. El ruso, sin embargo, prefería escribir a mano y emborronaba de frases, garabatos y dibujos sus cuartillas, como la que preside este post. Pertenece a uno de los cuadernos de notas que Dostoievski tomó para la novela Los Demonios (o Los Poseídos), de 1871, cuando comprarse un ordenador no estaba a mano de cualquiera y menos de un pobre diablo como él. No he leído Los Demonios; lo que me gusta de la cuartilla de Dostoievski es que me recuerda a mis años escolares, en los que mis apuntes (cuando me molestaba en tomarlos) acababan ofreciendo un aspecto similar. El maestro empezaba a explicarnos en cuarenta y cinco minutos la Revolución Francesa (por ejemplo) y yo, diligentemente, apuntaba un par de fechas y dos o tres nombres hasta que mi imaginación se descontrolaba y sin darme cuenta dejaba de prestar atención y dibujaba con esmero una enorme guillotina y a un verdugo con cara de Robespierre dispuesto a ajusticiar al docente. Lo difícil era estudiar después con esos apuntes así que, lógicamente, me dedicaba a otras cosas más provechosas.
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mercoledì, luglio 11, 2007

La Casa Winchester

No conocía esta historia hasta que leí La trilogía de Nueva York de Paul Auster:

“La señora Winchester, la viuda del fabricante de rifles, temía que los espíritus de las personas que habían muerto por disparos hechos con los rifles de su marido vinieran a llevarse su alma, y por lo tanto continuamente añadía habitaciones a su casa, creando un monstruoso laberinto de pasillos y escondites, de modo que pudiera dormir en una habitación diferente cada noche y así eludir a los fantasmas. La ironía es que durante el terremoto de San Francisco de 1906 quedó atrapada en una de esas habitaciones y estuvo a punto de morir de inanición porque los sirvientes no la encontraban”.

A mí me suele ocurrir que, cuando leo un libro, pienso en otros. Así, al leer esa historia en el libro de Paul Auster me acordé inmediatamente de esa frase de El Gatopardo, de Lampedusa, donde se dice:

“Don Fabrizio solía decir que un palacio del que se conocían todas las habitaciones no era digno de ser habitado”.

La historia de la señora Winchester es real: al parecer, la mujer vivía aterrorizada por las desgracias que se habían sucedido en su familia, que ella atribuía a una venganza de los espíritus de las víctimas de los rifles Winchester. Una médium le dio un remedio: mientras hubiera ruido en la casa esos espíritus no se acercarían a ella. La señora Winchester ordenó entonces que, 24 horas al día y todos los días del año, un grupo de albañiles hicieran obras en su casa. Esa fantástica locura duró 38 años, convirtiendo la mansión en un laberinto descomunal de 160 habitaciones. Y como las obras se hacían improvisando, sin planos, hay escaleras que no van a ninguna parte, ventanas ciegas, puertas tras las cuales sólo hay tabiques, etcétera.
Hay mucha información en Internet sobre la Casa Winchester. Incluso puede visitarse si uno se toma la molestia de ir a San José, California.

lunedì, luglio 09, 2007

Ella y yo

La Nueva me dijo que había tenido un sueño en el que ella era yo.

-¿Y qué ocurría?
-En el sueño me echaba a dormir siendo tú y acababa soñando conmigo.

Por desgracia, hace apenas unos días le dije que la interpretación de los sueños me parece un fraude, así que tuve que abstenerme de hacer comentarios. Eso sí, pienso que es raro que cualquiera sueñe que se ha convertido en mí. Pero, si lo hace, es inevitable que en el sueño acabe soñando con ella.

martedì, luglio 03, 2007

Niños e Impuestos

Diré muy brevemente que, pese a las convicciones que hasta hace poco hemos defendido, la Nueva y yo deseamos tener un niño. Con ese objetivo llevamos unos pocos meses aplicando los métodos tradicionales. Los de siempre, vaya, los que aparecen hasta en la Biblia: el conocimiento carnal entre hembra y varón sin impedimentos para engendrar y procrear. Dicho así suena hasta como un castigo, pero es bastante divertido. Para optimizar nuestros trabajos, la Nueva se ha convertido en experta en algunos arcanos del niñamiento como el periodo de ovulación o la temperatura basal. Sin embargo, nuestros esfuerzos y sudores no han tenido aún recompensa. Ese es uno de los problemas que nos ocupa en las últimas semanas.
Diré también, y también muy brevemente, que la otra grave preocupación que nos ha ido acuciando a la Nueva y a mí últimamente es el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, eso que popularmente se llama La Declaración o La Renta, cuyo plazo de entrega final se avecinaba a pasos agigantados ante nuestra monumental indolencia.
Ayer solventamos el segundo problema e incluso teníamos fundadas esperanzas de haber solucionado también el primero, pues la Nueva se sentía como la RENFE y me anunciaba grandes retrasos. Pero esta mañana la he visto salir del lavabo con rostro compungido y, sin que ella me dijera nada, he comprendido la triste noticia.

-Te ha venido la Renta, ¿verdad? -he dicho.

Tras unos segundos de estupor, su tristeza se ha convertido en risa y, tras aclararme ella mi involuntario lapsus linguae, he unido mis risas a las suyas y, a las siete de la mañana, hemos tomado un vermouth Yzaguirre para ahuyentar cualquier atisbo de tristeza que aún pudiera quedar.