mercoledì, luglio 27, 2011

El futuro de Umbrello

Umbrello me tenía algo preocupado. Sé que solo tiene tres años y unos pocos meses, pero su comportamiento se me antoja entre lo silvestre y lo salvaje y mis conversaciones con él se limitan a mezclar lo kafkiano con lo dantesco, incluso diría que con lo cervantino. Me parece -me parecía- un niño poco preparado para la vida real; demasiado hijo mío, vaya, sobre todo en comparación con su hermano menor, Fratello, que a sus 15 meses es capaz de entrar en un bar, pedir un bloody mary y que encima le acaben invitando.
Sin embargo el otro día me di cuenta de que, bajo su aspecto y comportamiento lunáticos, Umbrello es una persona la mar de inteligente y equilibrada. Mi descubrimiento se produjo cuando, por fin, se me ocurrió hacerle esa tópica y legendaria pregunta que los padres le han hecho a sus hijos desde el principio de los tiempos:

-¿Y qué querrás ser de mayor? -le dije.

Umbrello me miró silencioso y, al cabo de unos segundos de reflexión, respondió:

-Pirata, no.

mercoledì, luglio 13, 2011

Caderas célebres

Admito que la novela (El noventa y tres, de Victor Hugo) me estaba gustando, en buena parte porque la Revolución Francesa es uno de mis temas históricos favoritos y es precisamente en ella -y en su periodo del Terror, el más divertido- donde transcurre la acción. Me sentía atrapado por las escenas bélicas construidas por Victor Hugo y sobre todo por sus interesantes reflexiones políticas, históricas y filosóficas, salidas de la boca nada más y nada menos que de Robespierre, Danton, Marat y compañía.
Pero ay. Llegó la escena fatal: es una en la que Danton y Marat discuten agriamente. Tras una severa protesta de Danton por el comportamiento de Marat, éste...

“...experimentó el movimiento convulsivo de caderas que le dio celebridad”.

No pude parar de reír durante un buen rato. Cuando logré serenarme busqué en Google largamente, pero no encontré ni rastro de ese célebre, según Victor Hugo, movimiento caderil del terrible personaje. Lo cierto es que aún sigo leyendo con gusto El noventa y tres, pero a cada rato, cada vez que aparece el pobre Marat, me carcajeo a mandíbula batiente como un alegre cretino. Y es que ya me es imposible dejar de imaginar a Elvis Presley moviendo sus caderas en plena Revolución Francesa y temo el momento en que, finalmente, al Rey se le ocurra meterse en la bañera.